El 1º de mayo de 1889 quedó instituido el “Día Internacional del Trabajador”, en la calle Prele de París, durante el Congreso de la Asociación Internacional de Sindicatos Europeos. Esta fecha, fue instituida como jornada de lucha, por la Segunda Internacional, en julio de 1889, para perpetuar la memoria de los trabajadores que fueron detenidos y ajusticiados por manifestarse en Chicago por la jornada laboral de ocho horas.
Esta reivindicación fue emprendida por obreros norteamericanos e inmediatamente adoptada y promovida por la Asociación Internacional de los Trabajadores, que la convertiría en demanda común de la clase obrera de todo el mundo. El Congreso de París de la Segunda Internacional acordó celebrar el Día del Trabajador el 1º de mayo de cada año, con mitines obreros y manifestaciones reivindicativas en todo el mundo.
Desde 1890, los partidos políticos y los sindicatos integrados en la Internacional dirigieron, en casi todos los países industrializados, manifestaciones de trabajadores en petición de la jornada de ocho horas y como muestra de la fraternidad del proletariado internacional. Este origen reivindicativo y de lucha obrera está asociado al 1º de mayo, cuya celebración ha pasado por diversos avatares según el país y su régimen político. En la actualidad en casi todos los países democráticos es día festivo y los sindicatos convocan manifestaciones a la vez que realizan fiestas de hermandad. En 1954, la Iglesia católica, bajo el mandato de Pío XII, apoyó tácitamente esta jornada proletaria al declarar ese día como festividad de “san José obrero”.
Durante el siglo XX, los progresos laborales se fueron acrecentando con leyes para los trabajadores, para otorgarles derechos de respeto, retribución y amparo social.
En Argentina, entre las leyes sociales, se pueden citar la Ley 4661 de descanso dominical; la Ley 9688, que establece la obligación de indemnizar los accidentes de trabajo y las enfermedades profesionales aunque no medie culpa patronal; la Ley 11.544, que limita la jornada laboral a 8 horas y la "Ley de despido", que trata del preaviso y de las indemnizaciones correspondientes. El 1º de mayo, en nuestro país, es feriado nacional por la Ley 21329 de Feriados Nacionales y Días no Laborables.
Reseña Histórica
Han pasado ya más de 120 años desde el lº. de Mayo de 1886. La clase obrera norteamericana nos legó cinco mártires en Chicago. Estos dirigentes obreros asesinados por el sistema han sido orgullo y ejemplo de lucha para todos los trabajadores del mundo. George Engel, Adolf Fischer, Albert Parsons, y August Spies murieron ejecutados en la horca por orden del estado de Illinois. Louis Lingg, también sentenciado a muerte se quitó (o le quitaron) la vida en su celda, un día antes de su ejecución.
Los gobiernos norteamericanos han hecho todo lo posible por ocultar y por borrar este episodio de la historia de los Estados Unidos. Claro está que este no es un episodio aislado de manipulación de la historia del país. En general, la verdadera historia del pueblo norteamericano no alcanzará nunca los textos de estudio en tanto no presente en buena luz a los dueños del sistema económico. La historia de lucha de los trabajadores norteamericanos se oculta y se tergiversa con la vergonzosa complicidad de organismos e instituciones, quienes parecen estar más interesados en mantener contentos a los patrones que en defender los intereses de los/las trabajadores/as / ciudadanos/as.
Para honra a aquellos hombres y mujeres (ciudadanos/as) que entregaron su vida por la causa de los trabajadores, el resto del mundo no los dejará caer en el olvido.
Este artículo (compilación) no es sino un pequeño bosquejo, de aquella larga lucha que se dio a fines del siglo ante-pasado ( o milenio anterior ) por conseguir algunas conquistas básicas que aun usufructuamos y que paradojalmente aun no hemos podido superar. Tal es la historia de la lucha de los/as trabajadores/as por la jornada de trabajo de ocho horas.
A mediados del siglo XIX se produjo, tanto en Europa como en Norteamérica, un explosivo crecimiento de los sectores obreros, especialmente en las ciudades. Día a día la producción industrial requería un mayor número de trabajadores, como resultado del crecimiento acelerado del sistema capitalista mundial.
A su vez, las jornadas de trabajo se extendían por sobre las 12 y 14 horas diarias, durante seis días a la semana, los salarios eran insuficientes y las condiciones de trabajo muy precarias.
Desde Europa emigró gran cantidad de obreros hacia Estados Unidos, en busca de trabajo en la naciente industria norteamericana. Estos traían los primeros gérmenes de organización obrera, las ideas básicas del mutualismo, del socialismo utópico y del anarquismo. Llegaban huyendo de la miseria y cargados de esperanza.
Sin embargo, el crecimiento de la industria no era suficiente para cubrir las necesidades laborales de grandes masas de desocupados. Ello provocó una situación de crisis y descontento generalizado.
A fines del siglo XIX, Chicago era la segunda ciudad de EE.UU. Del oeste y del sudeste llegaban cada año por ferrocarril miles de ganaderos desocupados, creando las primeras villas humildes que albergarían a cientos de miles de trabajadores. Además, estos centros urbanos acogieron a emigrantes venidos de todo el mundo a lo largo del siglo XIX .
En 1.829 se formó un movimiento para solicitar a la legislatura de Nueva York la jornada de ocho horas. Anteriormente existía una ley que prohibía trabajar más de 18 horas, ''salvo caso de necesidad''. Si no había tal necesidad, cualquier funcionario de una compañía de ferrocarril que hubiese obligado a un maquinista o fogonero a trabajar jornadas de 18 horas diarias debía pagar una multa de 25 dólares.La mayoría de los obreros estaban afiliados a la '' Noble Orden de los Caballeros del Trabajo'', pero tenía más preponderancia la ''American Federation of Labor'' ( Federación Estadounidense del Trabajo ), de origen anarquista . En su cuarto congreso, realizado el 17 de octubre de 1884, había resuelto que desde el 1º de mayo de 1886 la duración legal de la jornada de trabajo debería ser de ocho horas. En caso de no obtener respuesta a este reclamo, se iría a una huelga.Recomendaba a todas las uniones sindicales a tratar de hacer promulgar leyes con ese contenido en todas sus jurisdicciones. Esta resolución despertó el interés de todas las organizaciones, que veían que la jornada de ocho horas posibilitaría obtener mayor cantidad de puestos de trabajo (menos desocupación). Esos dos años acentuaron el sentimiento de solidaridad y acrecentó la combatibilidad de los trabajadores en general.
El movimiento obrero, atravesó entre 1866 y 1886, una etapa de crecimiento y crisis. Por un lado, apareció la tendencia moderada, que aspiraba a conquistas graduales y que adquirió la forma organizativa por oficios o especialidades: en lugar de un sindicato de ferroviarios, propiciaba sindicatos de fogoneros, de conductores, etc. El otro sector anhelaba cambio radical en la sociedad y asumía como forma organizativa el sindicato de industria, aquel en que entran todos los trabajadores de una rama industrial. La encarnación de este principio fueron “Los Caballeros del Trabajo”, una entidad al principio secreta, que pronto llegó a dominar el movimiento obrero, gracias a que no discriminaba entre blancos y negros, entre obreros calificados y peones, entre norteamericanos e inmigrantes, entre hombres y mujeres. Esta organización sufrió en los años 70 algunas derrotas que minaron su prestigio.
La tendencia moderada se concentró en la federación Americana de Trabajo (AFL), fundada en 1886 bajo la dirección del líder del Sindicato Nacional de Cigarrero, Samuel Gompers. Esta organización rehuía la acción política. Adolph Strasse, uno de sus dirigentes, había declarado en 1883 ante una comisión del Senado de su país: “Todos nosotros somos hombres prácticos. No tenemos fines últimos. Trabajamos al día. Estamos luchando por objetivos inmediatos, objetivos que pueden ser alcanzados en pocos años”.
El año en que nació la AFL, se produjo un sobresalto que marcó la historia social del mundo. Fue como el estallido de una bomba de tiempo. En efecto, en 1884, una agonizante organización la Federación Sindical de Uniones y Especialistas había aprobado una resolución que decía, escuetamente, “a partir del 1º de mayo de 1866, las ocho horas constituirán la jornada legal de trabajo”.
“Por un golpe de fortuna – ha comentado el historiador derechista Norman J. Ware – una resolución aprobada en los monótonos días de 1884, alcanzó maduración en el revolucionario año de 1886 y se convirtió en el punto de unión y el grito de batalla de las fuerzas agresivas ese año… Fue poco más de un gesto, que, debido a las situaciones alteradas de 1886, se convirtió en una amenaza revolucionaria”.
Parece ser que debido al fracaso de otros métodos, la mencionada Federación llegó a la conclusión de que hacía falta una huelga el 1º de mayo de 1866. “Sería vano esperar –expresaba en 1885- una ley de ocho horas como consecuencia del poder legislativo; una demanda unida para reducir las horas de labor, apoyada por una organización firmemente establecida y determinada, sería mucho más efectiva que cien leyes”.
La idea no fue acogida ni siquiera por los fugaces “Caballeros del Trabajo”. Terrence Powderly, el principal dirigente de éstos, se opuso a la idea de una huelga para el 1º de mayo y en una circular secreta recomendó que, en vez de eso, los miembros de la organización “escribieran cortos ensayos sobre el tema de las ocho horas”. Al principio se opusieron, con el argumento de que el movimiento por las ocho horas significaba “un compromiso con el sistema del salario”.
Los anarquistas constituían en ese momento una fuerza considerable del movimiento obrero de la Unión, debido al aporte migratorio de radicales italianos y alemanes.
Lo cierto es que la idea de la huelga general por las ocho horas había calado en las bases, y que un grupo de dirigentes socialistas y anarquistas se había puesto a la cabeza de la lucha.
Existía, por otro lado, un sector de inmigrantes anarquistas que se preparaban para acciones de violencia de las cuales nada sabían ni los obreros corrientes, ni los principales luchadores por las ocho horas. Hay razones para suponer que Johann Most, autor de un libro en que se daba consejos para fabricar y arrojar bombas, estuviera detrás de esa corriente terrorista, ajena al movimiento real de los trabajadores.
En 1.886, el presidente de Estados Unidos, Andrew Johnson, promulgó la llamada ''Ley Ingersoll'', estableciendo las 8 horas de trabajo diarias. Al poco tiempo, 19 estados sancionaron leyes que permitían trabajar jornadas máximas de 8 y 10 horas (aunque siempre con cláusulas que permitían hacer trabajar a los obreros entre 14 y 18 horas).
Las condiciones de trabajo eran similares, y las condiciones en que se vivía seguían siendo insoportables. Los obreros debían levantarse a las cuatro de la madrugada, y regresaban después de las ocho de la noche, e incluso más tarde, de manera que jamás veían a sus mujeres e hijos a la luz del día. Unos se acostaban en corredores y otros en chozas donde se hacinaban tres o cuatro familias. Muchos no tenían alojamiento y se les veía juntar restos de comida en los desperdicios. Como la Ley Ingersoll no se cumplió, las organizaciones laborales y sindicales de Estados Unidos se movilizaron. La prensa calificaba el movimiento en demanda de las ocho horas de trabajo como «''indignante e irrespetuoso''», «''delirio de lunáticos poco patriotas''», y manifestando que era «''lo mismo que pedir que se pague un salario sin cumplir ninguna hora de trabajo''». La Noble Orden de los Caballeros del Trabajo (la principal organización de trabajadores en EE.UU.) remitió una circular a todas las organizaciones adheridas donde manifestaba: «''Ningún trabajador adherido a esta central debe hacer huelga el 1° de mayo ya que no hemos dado ninguna orden al respecto''». Este comunicado fue rechazado de plano por todos los trabajadores de EE.UU. y Canadá , quienes repudiaron a los dirigentes de la Noble Orden por traidores al movimiento obrero. El 29 de abril de 1886 (dos días antes de la huelga) la prensa decía: «''Además de las ocho horas, los trabajadores van a exigir todo lo que puedan sugerir los más locos anarco-socialistas''». El New York Times decía: «''Las huelgas para obligar al cumplimiento de las ocho horas pueden hacer mucho para paralizar nuestra industria, disminuir el comercio y frenar la renaciente prosperidad de nuestra nación, pero no lograrán su objetivo''». El Filadelfia Telegram decía: «''El elemento laboral ha sido picado por una especie de tarántula universal y se ha vuelto loco de remate: piensa precisamente en estos momentos en iniciar una huelga por el logro del sistema de ocho horas''». El Indianápolis Journal decía: «''Los desfiles callejeros, las banderas rojas, las fogosas arengas de truhanes y demagogos que viven de los impuestos de hombres honestos pero engañados, las huelgas y amenazas de violencia, señalan la iniciación del movimiento''». El principal animador y organizador de la lucha por la huelga del 1º de mayo era en Chicago Albert Parsons. Tenía en 1886, 38 años, a los once años había sido ya obrero gráfico. A los trece, ingresó a la guerra civil como voluntario. Después de contribuir a salvar la unidad de su País, había vuelto al trabajo. Hombre singular este Parsons, encarnación de las mejores virtudes de su pueblo: era idealista y práctico. Poco después de la guerra civil, fundó el periódico “Spectator” en que reclamaba igualdad de derechos para los negros. A los 25 se casó con la india mexicana Lucy Eldine Gonzáles, que fue su gran compañera de lucha en la organización sindical.
El 1º de mayo de 1886 asombró a los propios trabajadores. En todas las ciudades se declararon en huelga miles de trabajadores. En muchas de ellas se realizaron marchas. En Chicago, aunque era sábado, y por lo tanto laborable, ochenta mil obreros se abstuvieron de trabajar. Hubo un desfile en que marchó a la cabeza alegre y vigoroso Parsons con su esposa y sus dos pequeños hijos.
Los diarios habían anunciado para ese día una rebelión desesperada y una matanza general. En el diario “Chicago Mail” se escribió: “Hay dos rufianes sueltos en esta ciudad; dos cobardes huidizos que están tramando provocar agitación. Uno de ellos se llama Parsons; el otro, es Spies … Márquenlos por hoy. Ténganlos a la vista. Háganlos personalmente responsables de cualquier desorden que ocurra. Hagan con ellos algo ejemplar si se producen los disturbios”.
Sin embargo, la huelga y el desfile fueron ordenados y tranquilos. Los oradores Parsons, Augusto Spies, el Pastor Samuel Fielden y Michael Schwab, se limitaron a subrayar la reivindicación horaria.
La consigna fue: "A partir de hoy, ningún obrero debe trabajar más de ocho horas por día. ¡Ocho horas de trabajo! ¡Ocho horas de reposo! ¡Ocho horas de recreación!".
Bajo este predicamento, el 1º de Mayo de 1886, en Estados Unidos se declararon más de 5 mil movimientos laborales. Alrededor de 190.000 trabajadores iniciaron la huelga y cerca de 150.000 obtuvieron su demanda con la amenaza de Paro. A fines de Mayo otros 50.000 obreros lograron el reconocimiento legal de nueva jornada y al finalizar el año un total de 250.000 trabajadores alcanzaron el mismo beneficio. El camino hacia una jornada de trabajo razonable estaba abierto al fin …
Pero estos logros se alcanzaron por un enorme sacrificio. La represión se hizo sentir directamente en diversos lugares ese 1º de Mayo, produciéndose 9 muertos en Milwaukee y enfrentamientos callejeros entre policías y manifestantes en Philadelfia, Louisville, St. Luois, Baltimore y Chicago. Esta última ciudad sería el centro de una de las más grandes luchas de los trabajadores del mundo entero: la lucha por una jornada de trabajo digna y justa.
Paradojalmente, los hechos de mayor violencia en Chicago no acaecieron el mismo 1º de Mayo, sino en los días siguientes. El día 3 de Mayo alrededor de 6.000 obreros madereros se reunieron en las inmediaciones de las Fábricas de Maquinarias Agrícolas Mc.Cormick para elegir una Comisión de Huelga que debía entrevistarse con la parte patronal.
Ese 1º de mayo de 1886 fue tan agitado que los patronos aplicaron el lockout (despido).
Más de 40 mil trabajadores se pusieron en pie de lucha, surgiendo la figura del líder alemán –anarquista- director del periódico Arbeiter Zaeitun (Periódico de los Trabajadores), llamado Auguste Spies, quien se convirtió en el orador principal en un acto donde se organizaba una comisión de huelga, mientras hablaba, un grupo de manifestantes se separó el resto y atacó a algunos rompehuelgas que en ese momento abandonaban los locales de la Mc.Cormick. El resultado fue un enfrentamiento de proporciones. La policía, a pesar de que el mitin se disolvía, atacó a disparos a la multitud provocando 6 muertos y cerca de 50 heridos.
Esa noche Spies imprimió un volante que decía:
“VENGANZA, LOS TRABAJADORES A LAS ARMAS”
“Los amos han soltado a los sabuesos: la policía”.
“Matan a esos pobres, porque ellos, al igual que ustedes, tuvieron el valor de desobedecer la voluntad suprema de sus patronos. Los mataron porque osaron pedir que se acortaran los horarios de trabajo”
“Si ustedes son hombres, si son hijos de los grandes que los engendraron y que derramaron su sangre para liberarlos, se levantarán con toda la fuerza de Hércules y distribuirán el odioso monstruo que trata de destruirlos”
“A las armas. A las armas”
El día 4 de mayo, en la mañana, la policía disolvió una manifestación donde estaban presentes más de 3.500 trabajadores. Esa mañana apareció otro volante de Spies que decía:
“La guerra de clases ha comenzado. Su sangre pide venganza”
“Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que nuestros amos lo recuerden por mucho tiempo, Es la necesidad la que nos hace gritar:
“A las armas. A las armas”.
Ese día se organizó una manifestación en repudio a los trabajadores asesinados.
El acto se programó para las 19:30 Hs. de la noche en el Haymarket Square (Mercado de Heno), con permiso del Alcalde Harrison, quién asistió para comprobar que se hiciera en forma pacífica. El principal orador fue Albert R. Pearson, quien había comunicado a los organizadores que si se repartía el volante de Spies él no hablaría.
La convocatoria y su espíritu era de pacificar, tanto que Parsons acudió con su esposa y sus dos niños. En realidad él había pensado no acudir a la manifestación, debido a que su compañera le informó de una reunión de trabajadores de confección que deseaban su presencia. Sin embargo, a última hora, un obrero le dio el alcance y le pidió que acudiera al mitin, porque faltaban oradores.
Habló Spies, luego Parsons. Mientras intervenía el tercer orador, el Pastor Samuel Fielden, empezó una lluvia terrible. La multitud se redujo. A las 21:30 el Alcalde, dio por terminado el acto. Cuando Fielden decía: …”y para concluir”, el inspector de la policía John Bonfield consideró que habiendo terminado el acto, no debía permitir que los obreros siguieran en ese lugar, y junto a 180 policías uniformados avanzó hacia el parque y empezó a reprimir. Fielden los increpó señalando que el acto estaba autorizado y, por tanto, debían permitir que finalizara normalmente. Se estaba en esta discusión cuando desde la oscuridad fue lanzado un objeto contra un grupo de policías estallando con gran ruido, matando a un oficial de nombre Degan y produciendo heridas en otros. La policía abrió fuego sobre la multitud. El resultado fue un número indeterminado de manifestantes muertos y heridos, aunque la historia registra 38 muertos y 115 heridos.
Una bomba lanzada contra la policía interrumpió lo que hasta ese momento solo habían sido palabras, desatando el caos y muerte …
Los historiadores del movimiento obrero estadounidense Richard Boyer y Herbert Morais señalan que no fueron pocos los que pensaron que la bomba había sido arrojada por un agente provocador. Igual reflexionó Parsons, que consideró que él iba a ser la principal victima de la provocación, por lo cual escapó de Chicago.
Al día siguiente se desató en los Estados Unidos una histeria de odio antiobrero. Un periodista obrero. John Siwnton escribió en esos días: “La bomba fue un regalo divino para los enemigos del movimiento obrero. La emplearon como un explosivo contra todos los objetivos que el pueblo trabajador persigue, y en defensa de todos los males que el capitalismo busca mantener”.
El atentado criminal sirvió para justificar un acoso sin medida contra el sindicalismo clasista naciente en los Estados Unidos; atemorizó a amplios sectores laborales y estimuló las tendencias oportunistas entre los dirigentes.
Cientos de dirigentes y personas del pueblo fueron detenidos y torturados y se ordenó el arresto de los alemanes Auguste Spies, George Engel Adolph Fishedr, Louis Lingg y Michael Schawab; los norteamericanos Albert Pearson y Oscar Neebe y el inglés Samuel Fielden., quienes fueron sometidos a juicio.
Al poco tiempo, Parsons, al ver a sus compañeros torturados y amenazados de muerte, decidió entregarse a la justicia. El juicio fue un carnaval de mentiras, de falsos testimonios y de presiones. En el mundo entero se levantó una campaña para salvar la vida de los acusados. Uno de los miembros del jurado, declaró entonces: “ … Los colgaremos lo mismo. Son demasiado inteligentes y demasiado peligrosos para nuestros privilegios …”.
Chicago fue sometido a “Estado de Sitio” y bajo el toque de queda se detuvo a cientos de trabajadores y dirigentes.
La prensa en general se plegó a esta caza de brujas: «''Qué mejores sospechosos que la plana mayor de los anarquistas. ¡A la horca los brutos asesinos, rufianes rojos comunistas , monstruos sanguinarios, fabricantes de bombas, gentuza que no son otra cosa que el rezago de Europa que buscó nuestras costas para abusar de nuestra hospitalidad y desafiar a la autoridad de nuestra nación, y que en todos estos años no han hecho otra cosa que proclamar doctrinas sediciosas y peligrosas!''». La Prensa reclamaba un juicio sumario por parte de la Corte Suprema , y responsabilizando a ocho anarquistas y a todas las figuras prominentes del movimiento obrero. Se continuó con la detención de cientos de trabajadores en calidad de sospechosos. El 21 de junio de 1886, se inició la causa contra 31 responsables, siendo luego reducido el número a 8. El juicio fue una farsa del principio al fin, violándose todas las normas procesales de forma y de fondo, mientras la prensa la apoyaba publicando sensacionalísticamente que todos los acusados había que ahorcar a los extranjeros. A pesar de no haberse probado nada en su contra, los ocho de Chicago fueron declarados culpables, acusados de ser enemigos de la sociedad y el orden establecido, se pidió para ellos la pena de muerte y fueron condenados a la horca.
CONDENA
La sentencia pronunciada el 20 de agosto de 1886 condenó a la horca a ocho acusados: Parsons, Schwab, Fielden, Spies, Oscar Neebe, Louis Lingg, Adolph Fisher y George Engel.
Durante el juicio, la bella y juvenil heredera de millones, Nina Van Zandt, se enamoró de Spies, de su lucha por la vida, y decidió casarse con él por poder para ver si así podría mejorar su situación.
* ''Samuel Fielden'' ( inglés , 39 años, PASTOR METODISTA y obrero textil).
En su discurso ante el Tribunal que lo condenó a muerte, el Pastor Samuel Fielden afirmó:
"Se me acusa de excitar pasiones, se me acusa de incendiario porque he afirmado que la sociedad actual degrada al hombre hasta reducirlo a la categoría de animal. ¡Andad! Id a las casas de los pobres y los veréis amontonados en el menor espacio posible, respirando una atmósfera infernal de enfermedad y muerte ...
Amo a mis hermanos los trabajadores como a mí mismo. Odio la tiranía, la maldad y la injusticia. El Siglo XIX comete el crimen de ahorcar a sus mejores amigos. No tardará la hora de arrepentimiento...
...me considero feliz al morir. Sobre todo si mi muerte puede adelantar un sólo minuto la llegada del venturoso día en que el sol alumbre para los trabajadores...".
* ''Oscar Neebe'' (estadounidense, 36 años, vendedor).* ''Michael Swabb'' ( alemán , 33 años, tipógrafo): había dicho ante el juez:
''… Hablaré poco, y seguramente no despegaría los labios si mi silencio no pudiera interpretarse como un cobarde asentimiento a la comedia que se acaba de desarrollar. Lo que aquí se ha procesado es la anarquía , y la anarquía es una doctrina hostil opuesta a la fuerza bruta, al sistema de producción criminal y a la distribución injusta de la riqueza. Ustedes y sólo ustedes son los agitadores y los conspiradores … Como obrero que soy he vivido entre los míos, he dormido entre sus guardillas y en sus cuevas, he visto prostituirse la virtud a fuerza de privaciones y de miseria, y morir de hambre a hombres robustos, por falta de trabajo …Pero lo que había conocido en Europa, abrigaba la ilusión de que en llamada “Tierra de la Libertad” no presenciarían estos tristes cuadros. sin embargo, he tenido ocasión de convencerme de lo contrario. En los grandes centros industriales de Estados Unidos hay más miseria que en las naciones del viejo mundo … Miles de obreros de Chicago viven en habitaciones inmundas, sin ventilación, ni espacio suficiente, dos o tres familias viven amontonadas en un solo cuarto comen piltrafas de carne y algunas verduras … Las enfermedades más crueles se ceban en los hombres y mujeres, en los niños, sobre todo en los infelices e inocentes niños … ¿Y no es esto horrible, en una ciudad que se reputa como civilizada?... ”.
De los condenados inicialmente, a dos de ellos: Michael Schwab y al Pastor Samuel Fielden, se les conmutó la pena por la de prisión perpetua. A su vez, a Oscar Neebe, se le cambió la horca por 15 años de prisión.
A los restantes, se les mantuvo la condena a la horca. Ellos eran los siguientes:
Auguste Spies, Periodista; alemán, de 31 años.
George Engel, Tipógrafo y Periodista, alemán, de 50 años.
Adolf Fisher, Periodista, alemán, de 30 años.
Albert Parsons, Periodista, norteamericano, de 38 años.
Lowis Lingg, Carpintero, alemán, de 22 años.
Este último, Lowis Lingg, apareció dinamitado en su celda en la víspera a la ejecución de la sentencia.
Así, el 11 de Noviembre de 1887, fecha fijada para la ejecución, cuatro fueron los dirigentes conducidos al cadalso: Fisher, Engel, Parsons y Spies.
+ George Engel expresó:
“… Es la primera vez que comparezco ante un tribunal norteamericano, en el que se me acusa de asesino.
¿Por qué razón estoy aquí? ¿Por qué razón se me acusa de asesino?
Por la misma razón que me hizo abandonar Alemania: por la pobreza, por la miseria de la clase trabajadora”.
Aquí también, en ésta “República Libre”, en el país más rico de la tierra, hay muchos obreros que no tienen lugar en el banquete de la vida y que como arias sociales arrastran una vida miserable.
Aquí he visto a seres humanos buscando algo con que alimentarse en los montones de basura de las calles.
¿En qué consiste mi crimen?
En que he trabajado por el restablecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones, otros caen en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de lo hombres de la ciencia deben ser utilizadas en beneficio de todos.
Las leyes de ustedes están en oposición con la de la naturaleza y mediante ellas ustedes roban a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar…”.
+ Adolf Fischer:''… Solamente tengo que protestar contra la pena de muerte que me imponen porque no he cometido crimen alguno... pero si he de ser ahorcado por profesar mis ideas anarquistas, por mi amor a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, entonces no tengo inconveniente. Lo digo bien alto: dispongan de mi vida …''.
Antes de morir Fisher dijo:
“En todas las épocas, cuando la situación del pueblo ha llegado a un punto al que una parte se queja de las industrias existentes, la clase poseedora responde que las críticas son infundadas y atribuye el descontento a la influencia de las tareas de ambiciosos agit6adores”.
+ Albert Parsons: “… El principio fundamental de la anarquía es la abolición del salario y la sustitución del actual sistema industrial y autoritario por un sistema de libre cooperación universal, el único que puede resolver el conflicto que se prepara. La sociedad actual sólo vive por medio de la represión, y nosotros hemos aconsejado una revolución social de los trabajadores contra este sistema de fuerza. Si voy a ser ahorcado por mis ideas anarquistas, está bien: mátenme".+ Hessois Auguste Spies: “ … Honorable juez, mi defensa es su propia acusación, mis pretendidos crímenes son su historia. ... Puede sentenciarme, pero al menos que se sepa que en el estado de Illinois ocho hombres fueron sentenciados por no perder la fe en el último triunfo de la libertad y la justicia".
Cuando iban para el patíbulo Spies gritó:
“TIEMPO LLEGARÁ EN QUE NUESTRO SILENCIO SERÁ MÁS PODEROSO QUE LAS VOCES QUE HOY USTEDES ESTRANGULAN”.
Antes había dicho al juez Garay: “ … Si ustedes creen que ahorcándonos puede eliminar el movimiento obrero, el movimiento del cual millones de pisoteados, millones que trabajan duramente y pasan necesidades y miseria, si esa es su opinión, entonces ahórquenos. Así aplastará la chispa, pero aquí y allá, y detrás y frente de ustedes, a su propio costado, en todas partes se encenderán nuevas llamas. Es el fuego subterráneo y usted no podrá apagarlo …”.
+ Louis Linng, apareció dinamitado en su celda en la víspera a la ejecución de la sentencia (algunos dicen que para no ser ejecutado, Lingg se suicidó en su celda, fumando un cigarro de fulminato … otros dijeron que fue asesinado … nunca se supo la verdad): '' … No, no es por un crimen por lo que nos condenan a muerte, es por lo que aquí se ha dicho en todos los tonos: nos condenan a muerte por la anarquía, y puesto que se nos condena por nuestros principios, yo grito bien fuerte: ¡soy anarquista! Los desprecio, desprecio su orden, sus leyes, su fuerza, su autoridad. ¡Ahórquenme!''.
Antes de que la cuerda sofocara su respiración, Parsons se dirigió a la concurrencia.
- ¿Me dejareis hablar, pueblo de América? Dejadme hablar sheriff Matson. ¡Oh, gente de América, escuchad la voz del pueblo! Oh…
Spies alcanzó a gritar:
-Salud, ¡oh tiempo en que nuestro silencio será más poderoso que nuestras voces que hoy se sofocan con la muerte!
Engel y Fisher exclamaron:
-¡Hurra por la anarquía!
-¡Este es el momento más feliz de mi vida!.
Relato de la ejecución por José Martí, corresponsal en Chicago del periódico ''La Nación'' ( de Buenos Aires – República Argentina): ''...salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro... Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: "la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora”. Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable...''.
El Crimen de Chicago costó la vida de muchos trabajadores/ras y dirigentes sindicales; no existe un número exacto, pero fueron miles los despedidos, detenidos, procesados, heridos de bala o torturados. La mayoría eran inmigrantes: italianos, españoles, alemanes, rusos, irlandeses , judíos , polacos, eslavos, entre otros.
A finales de mayo de 1886 varios sectores patronales accedieron a otorgar la jornada de 8 horas a varios centenares de miles de obreros. El éxito fue tal, que la Federación de Gremios y Uniones Organizadas expresó su júbilo con estas palabras: «Jamás en la historia de este país ha habido un levantamiento tan general entre las masas industriales. El deseo de una disminución de la jornada de trabajo ha impulsado a millones de trabajadores a afiliarse a las organizaciones existentes, cuando hasta ahora habían permanecido indiferentes a la agitación sindical».
La hora del arrepentimiento llegó en 1893. El resto de los sindicalistas quedó en prisión y cuando el 26 de julio de 1893, Jhon Meter Atlgeld, Gobernador del Estados de Illinois otorgó el perdón a los condenados “no porque se condoliese de su prisión sino por un acto de justicia”. El mismo había estudiado el caso y comprobó las injusticias cometidas contra los sindicalistas. Demoró poco en comprender que el juicio a los "ocho" había sido una farsa. Incluso se llegó a pensar que un provocador lanzó de propósito la fatídica bomba. Convencidos de la injusticia cometida, el Gobernador hizo público el documento por el que otorgaba el perdón absoluto a los condenados en 1887 que aún permanecían en prisión: Fielden, Neebe y Schwab. Para los demás era demasiado tarde, ya habían enfrentado dignamente la muerte.
Mucha gente identificó a Rudolph Schnaubelt como el hombre que arrojó la bomba. Fue arrestado pero al poco tiempo liberado sin culpa y cargo. Se supo más tarde que este asesino había sido enviado por las autoridades para provocar el caos.
No habían pasado dos años desde el sacrificio de “los Mártires”, cuando una reunión de la Segunda Internacional, fundada por Federico Engels, acordó convertir el 1º de mayo en día de lucha internacional por las ocho horas.
Se organizará -expresaba la resolución- una gran manifestación internacional con fecha fija de manera que, en todos los países y ciudades a la vez, el mismo día convenido los trabajadores intimen a los poderes a reducir legalmente a ocho horas de trabajo y a aplicar las otras resoluciones del congreso internacional de París.
Visto que una manifestación semejante ya ha sido decidida por la American Federation of Labor para el 1º de mayo de 1890, en su congreso de diciembre de 1888 en Saint Louis, se adopta esta fecha para la manifestación internacional”.
Cuarenta años después, serían condenados otros dos inmigrantes: los italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti , a quienes se les llamó los ''Mártires de Boston”...
En 1954 el papa católico Pío XII apoyó tácitamente esta jornada de memoria colectiva al declararla como festividad de San José Obrero.
A lo largo del siglo XX , los progresos laborales se fueron acrecentando con leyes para los trabajadores, para otorgarles derechos de respeto, retribución y amparo social. En la última década del siglo esos progresos retrocedieron bajo el influjo del neoliberalismo .
En la actualidad, todos los países democráticos rememoran el 1º de mayo como el origen de movimiento obrero moderno. Estados Unidos es el único país importante del mundo que no lo recuerda: a día de hoy no hay ninguna placa ni monumento que recuerde a los trabajadores en el parque Haymarket Square de Chicago. Si no todo lo contrario, hay un monumento que recuerda a los policías que reprimieron a los trabajadores aquel día.
Llamativamente en los Estados Unidos no se celebra esta conmemoración. Allí celebran el Labor Day el primer lunes de septiembre desde 1882 en una parada realizada en Nueva York y organizada por la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo (Knights of Labor, en inglés). El presidente Grover Cleveland, auspició la celebración en septiembre por temor a que la fecha de mayo reforzase el movimiento socialista en los Estados Unidos.
En Argentina, entre las leyes sociales se pueden citar: la ley 4661 de descanso dominical; la ley 9688, que establece la obligación de indemnizar los accidentes de trabajo y las enfermedades profesionales aunque no medie culpa patronal; la ley 11.544, que limita la jornada laboral a 8 horas y la ley de despido, que trata del preaviso y de las indemnizaciones correspondientes.
El 1º de mayo es feriado nacional en Argentina por la Ley nº 21.329 de Feriados Nacionales y Días no Laborables.
Fuentes :www.me.gov.ar/efeme/diatrabajo/primero.html www.adef.org.ar catedras.fsoc.uba.ar/rubinich/biblioteca/web/a1mayo.htmles.wikipedia.org/wiki/1_de_mayo
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